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martes, 30 de octubre de 2012

À tout à l'heure


Supongo que ya habéis adivinado a donde me voy ¿no?
Me voy un mes, pero a trabajar, no penséis que me marcho de juerga, ¡qué va!
Intentaré colgar fotos de sus maravillosos mercados.Y si no, a la vuelta, en diciembre. Prometido.

viernes, 26 de octubre de 2012

Tarta franco-americana de manzanas silvestres


Me he pasado dos semanas a 2300 metros de altura, con jornadas de 14 horas, rodeada de hombretones y estresada todo el rato. Estoy realmente agotada, hacía tiempo que no lo estaba tanto. Me duele todo el cuerpo porque apenas he podido nadar. Estoy entrando en modo "all work and no play makes I. a dull girl" y me queda un paso para agarrar el hacha y arrasar con todo. Pero es en estos momentos que me acuerdo más de él, y de lo orgulloso que estaba, y saco fuerzas para seguir. Porque sé que en donde estés se te cae la baba con tu hija la doctora, que si no la liaba parda.....

No os cuento esto por daros pena, sino porque este es el motivo por el que estoy desaparecida, de mi blog y de los vuestros. Ya sabéis, mucho trabajo y nada de diversión convierten a I. en  una chica aburrida. O en una chica desquiciada, más bien....

El rollo de todo esto no es sólo lo de no tener tiempo para nada, el rollo es que mis entradas TIENEN que ser de TEMPORADA. Pero claro, aquí arriba se pasan los días sin que pueda publicar nada, y mientras se pasa la temporada también de mis fabulosas calabazas o de estas preciosas manzanas que recogimos en el bosque de La Esperanza. En un manzano silvestre. Os juro que era silvestre, estaba en medio del bosque, supongo que en lo que hace tiempo debió ser una finca pero que ahora está en medio de la nada. Esta isla nunca dejará de sorprenderme.


El asunto es que conseguimos un montón de manzanas, pero como empezaba mi quincena desquiciante casi todas se las quedaron nuestros amigos F. y B. y con ellas hicieron compota, y yo me quedé las suficientes para hacer una tarta. Me apetecía hacer una tarta de esas que salen en las pelis americanas, de las que roba el oso Yogi en los dibujos animados. Pero como las manzanas silvestres eran tan pequeñas el relleno de la tarta se quedó un poco escaso, y decidí terminar de rellenar con un poco de frangipane, que me encanta. Así que al final quedó este cruce de tartas, americana y francesa, y el resultado fue muy sabroso. El oso Yogi la habría robado de mi ventana, seguro.
Es una buena opción para el postre de la cena de Acción de Gracias en caso de que no os guste la calabaza. Y en caso de que hagáis cena de Acción de Gracias, claro. Sé que es una costumbre muy yanqui, pero la verdad es que a mi el concepto me gusta. Eso de agradecer los frutos que nos regala la tierra suena muy jipi pero mola, ¿no?



Ingredientes,

20 manzanas silvestres pequeñitas, o 6-7 manzanas civilizadas grandes
50 gr de azúcar
2 cucharadas soperas de ron
3/4 de cucharadita de canela molida
100 gr de almendra molida
50 gr de azúcar
1 huevo
1/2 cucharadita de extracto de vainilla
2 placas de hojaldre (casero, si tenéis tiempo de prepararlo)
Huevo para pincelar el hojaldre

Pelamos y troceamos las manzanas. Las ponemos en una sartén de fondo grueso, a fuego lento, junto con 50 gr de azúcar, las dos cucharadas de ron y la canela. Las cocinamos hasta que estén blandas y se empiecen a caramelizar.
Por otroa parte, mezclamos la almendra molida con los otros 50 gr de azúcar y el huevo batido hasta tener una pasta.
Calentamos el horno a 180ºC.
Ponemos una de las placas de hojaldre en un molde desmontable, rellenamos con el frangipane y las manzanas. Cortamos la otra placa de hojaldre en tiras y tapamos el relleno con ellas. Pincelamos con huevo batido.
Horneamos 40 minutos.
Dejamos enfriar antes de desmoldar.

Os dejo una foto de la montaña que me ha acompañado constantemente estas dos semanas. Por mucho tiempo que pase aquí no me canso de admirarla. Y con vuestro permiso me voy a dormir, que he tenido una noche muy larga.

jueves, 11 de octubre de 2012

Canada revisited: el valle de Okanagan y pavo marinado en comino, cilantro y vino blanco por Acción de Gracias


Hace un año por estas fechas estábamos D. y yo en Canadá, disfrutando de un viaje en el que conocimos las Montañas Rocosas canadienses, Vancouver y el Valle de Okanagan, y durante el cual pudimos disfrutar de una deliciosa cena de Acción de Gracias en la ciudad de Jasper. A la vuelta, organicé una cena para los amigos en la que preparé el tradicional pavo con puré de castañas y de postre serví un aún más tradicional Pumpkin Pie. La tarta de calabaza la publiqué entonces, pero el pavo, y las fotos de Okanagan, se quedaron en el tintero porque enseguida llegó diciembre y empecé con los polvorones, el Calendario de Adviento etc y como ya dije en la anterior entrada soy incapaz de publicar algo fuera de temporada, así que ahí quedó el pobre pavo, relegado al ostracismo. Aprovechando que el lunes pasado fue el día de Acción de Gracias en Canadá lo he rescatado, porque además le prometí la receta hace tiempo a mi amiga I., ¡aunque creo que estas navidades con su tripa no va a tener ganas de prepararlo!

Esta receta es, para no variar, de Yotam Ottolenghi. Cuando se cocina pechuga de pavo hay que tener cuidado porque es una carne muy susceptible de quedar seca, pero con su método queda muy jugosa, y la combinación de sabores es fabulosa, como en todas las recetas de este hombre. Además, es facilísima de preparar, pero muy resultona, así que es perfecta tanto para una cena de celebración como para prepararla el fin de semana y llevarla en el tupper al curro.



Ingredientes,

4 cucharadas soperas de menta fresca picada
4 cucharadas soperas de perejil fresco picado
4 cucharadas soperas de cilantro fresco picado
1 diente de ajo picado
60 ml de zumo de limón
60 ml de aceite de oliva virgen
125 ml de vino blanco
1/2 cucharadita de comino molido
1/2 cucharadita de sal
1/2 cucharadita de pimienta negra
1 pechuga de pavo de un kilo más o menos (también se puede hacer con muslos, la primera vez que la preparé los usé y quedaron estupendos)

Ponemos todos los ingredientes excepto el pavo en el vaso de la batidora. Lo procesamos un par de minutos hasta que quede homogéneo. Ponemos el pavo en un recipiente y lo cubrimos con la marinada. Lo dejamos 24 horas en el frigorífico.

Calentamos el horno a 220ºC. Pasamos el pavo a una fuente de horno y reservamos la marinada. 
Horneamos 15 minutos a 220ºC. Bajamos la temperatura a 200ºC y horneamos otros 15 minutos. Bajamos la temperatura a 180ºC y horneamos 30 minutos más. Como lo que tarde en asarse depende del tamaño de la pieza, pinchar de vez en cuando para comprobar si está hecha. Cuando la punta del pincho o cuchillo salga caliente es que ya está hecho.

Para hacer la salsa sólo hay que pasar la marinada a una sartén y reducirla a fuego lento hasta que tenga la densidad que nos guste.

Sacamos el pavo del horno y dejamos que repose 10 minutos. Luego lo fileteamos y servimos con la salsa y un puré de castañas preparado con unas castañas hervidas mezcladas con un poco de leche. Si además le ponéis al puré una salsa de arándanos, ya será de nota. Y si termináis la cena con una tarta de calabaza o de manzana, tendréis una cena de Acción de Gracias más canadiense imposible.




Y bueno, además de quedarme con las ganas de publicar la receta del pavo, el año pasado no pude contaros el final de nuestro viaje a Canadá.  Tras disfrutar de una deliciosa cena de Acción de Gracias en Jasper nos dirigimos al valle de Okanagan. Ese valle es "la huerta de Canadá". Su paisaje de lagos y suaves colinas está lleno de fincas de frutales y viñedos. Tiene un microclima que hace que la temperatura sea más suave que en otras zonas de Canadá que están a su misma latitud, lo que les permite tener huertas y viñas. A pesar de ello, en invierno nieva y la temperatura baja de cero, lo que aprovechan para elaborar el "vino del hielo" (ice wine). Las uvas se dejan en los viñedos hasta que llega la primera helada, y cuando la temperatura baja de los -10ºC se vendimia. Esto hace que las uvas incrementen su sabor y aroma ya que el agua se congela y aumenta la concentración de azúcares. Aunque a cambio para producir cada botella de vino del hielo se necesitan cinco veces más uvas que para producir una botella de vino normal. Eso explica que su precio sea bastante más elevado. El resultado es un vino dulce y aromático, con un contrapunto ácido que hace que no sea empalagoso y un contenido en alcohol bastante bajo. Un delicatessen que se suele degustar en el aperitivo o con el postre.


La ciudad más grande del valle es Kelowna, y allí descansamos un par de días y aprovechamos para cenar en el RauDZ. Es un restaurante 100 millas, en donde todo el producto fresco que se sirve es local, llegado directamente de las granjas y barcos de British Columbia. También los vinos son locales, claro. Está decorado con fotos de sus proveedores al lado de fotos de los productos que le sirven, de manera que mientras te comes un salmón proveniente de un barco que practica la pesca sostenible puedes ver la cara del menda que lo pescó. Y al lado la foto de la mujer que produce los quesos junto a sus cabras. Lógicamente el menú va cambiando con las estaciones. Si no recuerdo mal, D. tomó salmón  y yo trucha, y todo estaba aderezado con una salsita a base de calabaza y menta y una guarnición de coles de bruselas y frutos rojos. El sitio no es barato, aunque tampoco tenía precios estratosféricos (no recuerdo bien, pero creo que nos salió por unos 40 euros por cabeza, incluyendo el vino). Y todo estaba cocinado con mimo, respetando y realzando sobre todo el producto. A mi me pareció un ejemplo a seguir,  un modelo de restaurante que ojalá importásemos a España. Teniendo en cuenta que el clima es muchísimo más suave aquí, y que nuestros productos autóctonos no tienen nada que envidiar a los canadienses, es una pena que no aprovechemos todo ese potencial. Tengo la sensación de que los españoles no valoramos suficientemente lo que tenemos, aunque soy optimista y creo que poco a poco estamos volviendo a apreciar las cosas sencillas, de la tierra.


Y desde Okanagan volvimos a Vancouver y luego Tenerife vía Londres y Madrid. Si sigo currando en esto, en 2014 me toca congreso en la costa este de Canadá ;) ¡¡aunque aún queda mucho para que llegue ese momento!!

¡Vivan las calabazas, los pavos, las castañas, y todos los productos de la huerta!


jueves, 4 de octubre de 2012

De la huerta a la mesa: paté vegetal de calabaza y tahini


Ya sabéis que esta cocina es estacional a tope. Comemos lo que recolectamos. Así que paulatinamente hemos pasado de los tomates a las berenjenas y ahora, casi sin darnos cuenta, nos plantamos en las calabazas, las reinas indiscutibles del otoño. Lo malo que tiene esta costumbre es que cuando una receta se me queda sin publicar no puedo ponerla un mes después, porque ya se habrá pasado la temporada de la verdura en cuestión y me he dado cuenta de que me he vuelto incapaz de poner una receta con un producto que no sea de temporada. En fin, cada cual tiene sus manías, y esa es la mía.

Esta receta está inspirada en el butternut squash and tahini spread del libro Jerusalem, sólo que variando las cantidades. La cantidad de tahini que le ponen ellos en su receta me parecía sólo apta para estómagos del oriente medio acostumbrados a su potente sabor. Mi paté vegetal es un poco más suave, pero aún así se nota perfectamente el sabor de la pasta de sésamo. Quería darle un uso diferente a un montón de calabaza que había asado, y ojeando el libro di con esta receta. Asar calabaza con el calor que queda en el horno después de hacer pan es algo que solemos hacer bastante en otoño, cuando tenemos calabazas en el huerto. El otro día sacamos un par de ellas, ¡de 7 kilos cada una! Aprovechamos para asar la mitad de una de ellas, y la otra mitad la repartimos entre los colegas. La calabaza asada es muy versátil, con ella hicimos cremas, un bizcocho, una tarta, la comimos con arroz, y además hice este paté. 

Aprovecho para enseñaros lo que estamos recogiendo ahora en la huerta: berenjenas, acelgas, pimientos, habichuelas (lo que en la península llamamos judías francesas, creo), fresas, los últimos tomates, calabazas, albahaca, hierbabuena, salvia.... no está nada mal ¿no?


Ingredientes,

500 gr de calabaza asada (el peso es una vez asada, una horita en el horno a 180ºC. En crudo serán unos 600 gr de calabaza)
3 cucharadas soperas de aceite de oliva virgen
1 cucharadita de canela molida
40 gr de tahini
100 gr de yogur
2 dientes de ajo asado
1 cucharadita de semillas de sésamo
1 cucharadita de semillas de ajenuz (nigella sativa)
1 y 1/2 cucharaditas de miel, sirope de dátil, sirope de arce o lo que tengáis a mano

Poner todos los ingredientes salvo las semillas y la miel en el vaso de la batidora. Triturar bien. Servir con las semillas espolvoreadas por encima junto con la miel.

Está muy bueno, os aseguro que es una combinación de sabores de lo más curiosa. Y como ya supondréis pasa a formar parte de la selección de Tuppers y Picnics que podéis encontrar en las pestañas de la parte de arriba del blog.