Tras despedir a nuestro compañero de escalada, nos fuimos a Turín con la intención de alquilar un coche. Algo imposible en domingo. Así que pasamos allí la noche. Turín me sorprendió, es muy agradable para pasear, llena de plazas y parques. Aprovechamos para visitar el centro, tomar el aperitivo, esa costumbre tan italiana, y cenar. Fuimos a cenar a un restaurante recomendado en una guía de cuyo nombre prefiero no acordarme y, por primera vez, y sin que sirva de precedente, voy a hacer una recomendación negativa en este blog: si pasáis por Turín NO se os ocurra ir a cenar a un restaurante llamado "Porto di Savona". Hacen el PEOR RISOTTO que he comido en mi vida. Horrible, ¡el arroz estaba duro! Cuando apareció el camarero con el arroz, a los cinco minutos de haber pedido, algo me olí. Pero, ¿cómo puede ser que yo, que no soy italiana, y que he aprendido de manera autodidacta, haga un risotto mejor que el de un cocinero que trabaja en un restaurante centenario del centro de Turín? Y para más inri era un risotto de flores de calabacín.... ¡es que estas cosas me dan una rabia! Así que no piquéis, ni aunque lo veáis recomendado en guías de viaje, no vayáis allí.
Afortunadamente, al día siguiente me reconcilié con la gastronomía italiana gracias a unos agnolotti del plin, con "burro e salvia", en la "Osteria dei sognatori" (Via Macrino 8), en Alba. De allí nos fuimos a "La luna buona", un agriturismo en la Langa Astigiana, al sureste de Alba. Allí nos quedamos tres días, disfrutando de los estupendos desayunos que prepara Olivia, con leche de sus cabras ordeñadas esa mañana, y con queso Robiola de Roccaverano D.O.C. que preparan ellos mismos, todo ecológico. La Langa es una zona famosa por sus vinos, sobre todo el Barolo. Su paisaje es verde y lleno de colinas, cada cual con su pueblecito y su castillo en la cima. Se pueden dar largas caminatas bajando y subiendo colinas y contemplando viñedos hasta donde alcanza la vista.
Sé que soy una friki, sé que la gente normal lo primero que hace en la Langa es visitar una bodega. Pues yo no. Nosotros fuimos antes a visitar un molino, el Mulino Marino, en donde desde los años 50 muelen la harina a la piedra. Nos enseñó el molino Fausto, que pertenece a la tercera generación de la familia Marino, que continúa con el negocio que comenzó el abuelo.
Vimos los molinos de piedra, donde muelen harinas ecológicas de trigo de varios tipos, de espelta, de centeno, y los molinos de cilindros, que utilizan para, por ejemplo, la harina 00. La visita fue muy interesante, y además realmente nos trasmitieron su pasión por lo que hacen, unas harinas de una calidad impresionante.
Una de las empresas en las que se han embarcado es la recuperación del Triticum monococcum (Enkir) el trigo más antiguo que existe. Hace miles de años se plantaba en los Alpes, porque es muy resistente, y se encontraron granos de triticum monococcum en el estómago de Ötzi, el hombre cuya momia encontraron congelada en un glaciar alpino. Este trigo es muy interesante, ya que al ser sus proteínas menos complejas que el trigo convencional (es un trigo diploide) es posible que no sea tóxico para los celíacos. Un estudio de la Universidad de Padua dio como resultado que la gliadina de este trigo no causó ningún daño a cultivos in vitro de células de un intestino con celiaquía (más información, en inglés, aquí y aquí). Y aunque aún los resultados no son definitivos, es algo muy esperanzador para el colectivo intolerante al gluten.
Nos llevamos un par de kilos de trigo buratto, un kilo de sfarinata de trigo duro, y un kilo de enkir, como ellos llaman al monococcum, que nos regaló Fausto. Y me hizo tanta ilusión que cargué con los 4 kilos de harina por cada aeropuerto, sin facturarlos, hasta Tenerife, por si me perdían o abrían la maleta pensando que era otro tipo de sustancia (no es la primera vez que me pasa). Hasta ahí llega mi nivel de frikismo :)
Nos despedimos del Piamonte con una visita a una bodega (ecológica, soy monotemática) en Barolo y una cena en la Osteria dell'Arco (Piazza Savona 5) en Alba. Este restaurante también está asociado a Slowfood, y la comida fue deliciosa: vitello tonato, agnolotti del plin, risotto, coniglio grigio di Carmagnola all'Arneis y brasato di vitello al barolo. Lo único es que los que lo llevan no son los campeones de la simpatía, pero desde luego la comida era impecable, sobre todo las carnes, estaban tiernas, perfectamente cocinadas y sabrosas. Y mirad que yo soy prácticamente vegetariana, es raro que me guste un plato de carne. Y por 30 euros por cabeza, creo que la relación calidad/precio era muy buena.
Y ahí termina nuestro viaje. Ya en Tenerife, hice esta hogaza de trigo enkir, con masa madre alimentada con el trigo buratto siguiendo la receta de la miche Poilâne. La harina de enkir es de un color muy amarillo, y tiene una textura parecida a la sémola. Es una harina difícil de trabajar, con un desarrollo muy lento. Cuando empecé a amasar, aquello era como una masa de centeno, pegajosa, impracticable. Decidí dejar la masa reposar, a ver si así la autólisis hacía su trabajo. Y efectivamente, a la hora de reposo la textura de la masa se había desarrollado, aunque seguía siendo pegajosa, y tuve que trabajarla con las manos bien untadas en aceite, pero ya era elástica y se podía trabajar bien. Dejé que levara en la nevera durante todo el día. Lo boleé, lo puse en su banneton, y subió de maravilla.
Salió así de bien. Mereció la pena el esfuerzo. Una hogaza de kilo y medio, que duró una semana entera. Su sabor iba cambiando al pasar los días, y la masa era densa (es una harina de alta extracción) y fragante (gracias a los aminoácidos que tiene la harina molida a la piedra). Mmmm. Gracias, familia Marino.
Afortunadamente, al día siguiente me reconcilié con la gastronomía italiana gracias a unos agnolotti del plin, con "burro e salvia", en la "Osteria dei sognatori" (Via Macrino 8), en Alba. De allí nos fuimos a "La luna buona", un agriturismo en la Langa Astigiana, al sureste de Alba. Allí nos quedamos tres días, disfrutando de los estupendos desayunos que prepara Olivia, con leche de sus cabras ordeñadas esa mañana, y con queso Robiola de Roccaverano D.O.C. que preparan ellos mismos, todo ecológico. La Langa es una zona famosa por sus vinos, sobre todo el Barolo. Su paisaje es verde y lleno de colinas, cada cual con su pueblecito y su castillo en la cima. Se pueden dar largas caminatas bajando y subiendo colinas y contemplando viñedos hasta donde alcanza la vista.
Sé que soy una friki, sé que la gente normal lo primero que hace en la Langa es visitar una bodega. Pues yo no. Nosotros fuimos antes a visitar un molino, el Mulino Marino, en donde desde los años 50 muelen la harina a la piedra. Nos enseñó el molino Fausto, que pertenece a la tercera generación de la familia Marino, que continúa con el negocio que comenzó el abuelo.
Vimos los molinos de piedra, donde muelen harinas ecológicas de trigo de varios tipos, de espelta, de centeno, y los molinos de cilindros, que utilizan para, por ejemplo, la harina 00. La visita fue muy interesante, y además realmente nos trasmitieron su pasión por lo que hacen, unas harinas de una calidad impresionante.
Una de las empresas en las que se han embarcado es la recuperación del Triticum monococcum (Enkir) el trigo más antiguo que existe. Hace miles de años se plantaba en los Alpes, porque es muy resistente, y se encontraron granos de triticum monococcum en el estómago de Ötzi, el hombre cuya momia encontraron congelada en un glaciar alpino. Este trigo es muy interesante, ya que al ser sus proteínas menos complejas que el trigo convencional (es un trigo diploide) es posible que no sea tóxico para los celíacos. Un estudio de la Universidad de Padua dio como resultado que la gliadina de este trigo no causó ningún daño a cultivos in vitro de células de un intestino con celiaquía (más información, en inglés, aquí y aquí). Y aunque aún los resultados no son definitivos, es algo muy esperanzador para el colectivo intolerante al gluten.
Nos llevamos un par de kilos de trigo buratto, un kilo de sfarinata de trigo duro, y un kilo de enkir, como ellos llaman al monococcum, que nos regaló Fausto. Y me hizo tanta ilusión que cargué con los 4 kilos de harina por cada aeropuerto, sin facturarlos, hasta Tenerife, por si me perdían o abrían la maleta pensando que era otro tipo de sustancia (no es la primera vez que me pasa). Hasta ahí llega mi nivel de frikismo :)
Nos despedimos del Piamonte con una visita a una bodega (ecológica, soy monotemática) en Barolo y una cena en la Osteria dell'Arco (Piazza Savona 5) en Alba. Este restaurante también está asociado a Slowfood, y la comida fue deliciosa: vitello tonato, agnolotti del plin, risotto, coniglio grigio di Carmagnola all'Arneis y brasato di vitello al barolo. Lo único es que los que lo llevan no son los campeones de la simpatía, pero desde luego la comida era impecable, sobre todo las carnes, estaban tiernas, perfectamente cocinadas y sabrosas. Y mirad que yo soy prácticamente vegetariana, es raro que me guste un plato de carne. Y por 30 euros por cabeza, creo que la relación calidad/precio era muy buena.
Y ahí termina nuestro viaje. Ya en Tenerife, hice esta hogaza de trigo enkir, con masa madre alimentada con el trigo buratto siguiendo la receta de la miche Poilâne. La harina de enkir es de un color muy amarillo, y tiene una textura parecida a la sémola. Es una harina difícil de trabajar, con un desarrollo muy lento. Cuando empecé a amasar, aquello era como una masa de centeno, pegajosa, impracticable. Decidí dejar la masa reposar, a ver si así la autólisis hacía su trabajo. Y efectivamente, a la hora de reposo la textura de la masa se había desarrollado, aunque seguía siendo pegajosa, y tuve que trabajarla con las manos bien untadas en aceite, pero ya era elástica y se podía trabajar bien. Dejé que levara en la nevera durante todo el día. Lo boleé, lo puse en su banneton, y subió de maravilla.
Salió así de bien. Mereció la pena el esfuerzo. Una hogaza de kilo y medio, que duró una semana entera. Su sabor iba cambiando al pasar los días, y la masa era densa (es una harina de alta extracción) y fragante (gracias a los aminoácidos que tiene la harina molida a la piedra). Mmmm. Gracias, familia Marino.