Según el antropólogo Richard Wrangham, cocinar es lo que nos diferencia de nuestros primos los simios, y es lo que nos ha convertido en lo que somos. Hace 1,9 millones de años el Homo erectus empezó a cocinar, lo que redujo el tamaño de sus dientes y aumentó el tamaño de su cerebro. Al cocinarlos, podíamos sacar más energía de los tubérculos y nuestro organismo necesitaba menos esfuerzo para procesar la carne, lo que hizo que disminuyera el tamaño de nuestro intestino y que necesitáramos dedicar menos energía a la digestión. En estas cosas andaba yo pensando, y para poner mi granito de arena a la evolución humana me puse a preparar ravioli. La explicación detallada sobre cómo hacerlos la podéis encontrar en esta entrada que escribí hace un tiempo, la Guía para "dummies" sobre cómo hacer ravioli. Para los que os de pereza leerla, os insisto en que la elección de la harina adecuada es fundamental para un buen resultado. En general, la harina normal y corriente no es demasiado adecuada, absorbe poca agua durante el amasado y demasiada durante la cocción. Lo suyo es usar harina italiana 00, o si no sémola de trigo duro. En muchas tiendas de productos ecológicos venden una sémola de trigo duro de la marca Biogra con la que la pasta sale muy buena, pero si os queréis dar un homenaje os recomiendo la sémola De Cecco. Le da un sabor y un aroma a la pasta que hace que no se necesite apenas salsa ni un relleno demasiado elaborado para que los ravioli sean un delicatessen. Y no creais que se tarda demasiado tiempo en prepararlos. A mi preparar dos platos me llevo en total una hora.
Ingredientes (para 2 platos de ravioli)
para la pasta:
100 gr de sémola de trigo duro De Cecco
1 huevo
1 chorro de aceite de oliva virgen extra
sal
para el relleno:
1 berenjena, pelada, y asada en rodajas en una plancha
orégano
tomillo
sal
para la salsa:
aceite de oliva virgen extra
4 tomates pelados y picados
una pizca de azúcar moreno
sazonador aglio-olio-peperoncino (creo que lleva ajo, pimienta y mejorana)
sal
Mezclar la sémola con el huevo, la sal, y el chorrito de aceite de oliva. La masa no debe quedar pegajosa, pero debe quedar elástica. Si está seca, añadirle un poco de agua. Dejar reposar una hora.
Preparar mientras el relleno, para que esté frío a la hora de rellenar los ravioli. En mi caso fue sencillo, trituré las berenjenas asadas junto con el orégano y el tomillo, hasta que quedó bien fino, y voilá.
Cuando la masa ha reposado, con un rodillo o con la máquina de pasta, hacer láminas lo más finas posible.
Para rellenar los ravioli, lo mejor es tener uno de estos moldes. Los expertos, o las que han crecido rellenando ravioli, los hacen sin moldes ni bandejas. En mi caso, mi triunfo con los ravioli empezó cuando me hice con un molde (de hecho cuando quiero hacer cantidades industriales utilizo un aparato que se acopla a la máquina de pasta).
Para dar forma y rellenar los ravioli, pones una lámina en el molde, luego rellenas los huequitos con el relleno elegido, pones otra lámina de masa encima, pasas el rodillito que viene con el molde por los bordes para separar los ravioli, y ya está. Como una imagen vale más que mil palabras, podéis verlo aquí.
La salsa con la que los acompañamos fue muy sencilla. Calenté un poco de aceite en una sartén, añadí los tomates picados, rehogué un poco, añadí un poco de azúcar para rectificar la acidez del tomate y el sazonador para hacer aglio-olio-peperoncino, y nada más.
Hervir los ravioli un par de minutos, escurrir, servir con la salsa y con parmesano rallado encima, comer enseguida y darle las gracias al Homo erectus por haber empezado a cocinar hace millones de años.
Ingredientes (para 2 platos de ravioli)
para la pasta:
100 gr de sémola de trigo duro De Cecco
1 huevo
1 chorro de aceite de oliva virgen extra
sal
para el relleno:
1 berenjena, pelada, y asada en rodajas en una plancha
orégano
tomillo
sal
para la salsa:
aceite de oliva virgen extra
4 tomates pelados y picados
una pizca de azúcar moreno
sazonador aglio-olio-peperoncino (creo que lleva ajo, pimienta y mejorana)
sal
Mezclar la sémola con el huevo, la sal, y el chorrito de aceite de oliva. La masa no debe quedar pegajosa, pero debe quedar elástica. Si está seca, añadirle un poco de agua. Dejar reposar una hora.
Preparar mientras el relleno, para que esté frío a la hora de rellenar los ravioli. En mi caso fue sencillo, trituré las berenjenas asadas junto con el orégano y el tomillo, hasta que quedó bien fino, y voilá.
Cuando la masa ha reposado, con un rodillo o con la máquina de pasta, hacer láminas lo más finas posible.
Para rellenar los ravioli, lo mejor es tener uno de estos moldes. Los expertos, o las que han crecido rellenando ravioli, los hacen sin moldes ni bandejas. En mi caso, mi triunfo con los ravioli empezó cuando me hice con un molde (de hecho cuando quiero hacer cantidades industriales utilizo un aparato que se acopla a la máquina de pasta).
Para dar forma y rellenar los ravioli, pones una lámina en el molde, luego rellenas los huequitos con el relleno elegido, pones otra lámina de masa encima, pasas el rodillito que viene con el molde por los bordes para separar los ravioli, y ya está. Como una imagen vale más que mil palabras, podéis verlo aquí.
La salsa con la que los acompañamos fue muy sencilla. Calenté un poco de aceite en una sartén, añadí los tomates picados, rehogué un poco, añadí un poco de azúcar para rectificar la acidez del tomate y el sazonador para hacer aglio-olio-peperoncino, y nada más.
Hervir los ravioli un par de minutos, escurrir, servir con la salsa y con parmesano rallado encima, comer enseguida y darle las gracias al Homo erectus por haber empezado a cocinar hace millones de años.