viernes, 29 de junio de 2012

Ventanas verdes: galletas de lino molido en el bosque de zanahorias


Erase una vez un denso bosquete de zanahorias, cuyos troncos formaban figuras que fácilmente eran asimilables a seres deformes y monstruos de otros mundos. No es que me diera miedo cruzar atravesando este bosque pero siempre había preferido evitarlo cogiendo otros caminos. Los troncos crecían muy juntos inclinados hacia aquí y hacia allí, y atravesarlo me obligaría a acercarme demasiado a una de esas ramas naranjas que parecía que se iban a poner en movimiento y atraparme entre sus brazos.
Pero aquel día todo parecía diferente. Sería el color de la primavera, o la luz especial que cubría aquella mañana de sábado. Decidí acercarme hasta ese lugar naranja con intención de adentrarme en su sombra. Cuando puse los pies entre los troncos noté cómo el suelo cedió un poco. No, no era como para asustarse, era como el típico acolchado que proporcionan las hojas de los árboles en cualquier bosque en otoño.  Aunque la consistencia era más bien como la de un bizcocho denso. No. No un bizcocho. Quizá más bien un suelo de galletas, de esas que venden en los mostradores de take-away de los supermercados bio americanos: una de esas galletas húmedas de salvado, zanahoria, canela y pasas. Eso era exactamente la sensación que me daba el suelo que tenía bajo mis pies en aquel bosquete denso de zanahorias.
Cookies de zanahoria rayada, semillas de lino, salvado de trigo barbilla (del que tamizamos después de moler), canela y pasas. Energía de media mañana como para quitar todos los miedos ocultos que vengamos acumulando.
Esta es mi contribución a las Ventanas Verdes de este mes, cuyo reto era preparar una receta con semillas de lino. Estas semillas tienen un mucílago, una sustancia pegajosa, que hace que se puedan usar como sustituto del huevo en muchas recetas, lo que puede ser útil para los veganos, o la gente con colesterol alto. Además, son ricas en vitamina E y oligoelementos como el omega 3. Y esta receta es de las que se preparan en 30 minutos. Confirmado.

Ingredientes,

3/4 de taza de lino molido
3/4 de taza de salvado de trigo
1 taza de harina de espelta integral
1 taza de zanahoria rallada
1/2 taza de pasas
3/4 de cucharadita de levadura
1/4 de cucharadita de sal
1 cucharadita de canela en polvo
1 cucharadita de extracto de vainilla
5 cucharadas soperas de aceite de oliva virgen
1/2 taza de miel

Calentamos el horno a 180ºC.
Mezclamos bien todos los ingredientes. Hacemos pelotitas que aplastamos un poco con la palma de la mano, y las ponemos en una bandeja de horno.
Horneamos 15 minutos. Dejamos enfriar en una rejilla.
Y a disfrutar. Son perfectas para quitar el hambre a media mañana con algo saludable.

Desde Amsterdam con amor.



lunes, 25 de junio de 2012

La huerta y los cultivos de verano

Frijoles negros, "negritos", asturianos
Lechugas y berenjenas a la izquierda, habichuelas y negritos en el centro, tomates a la derecha

Sí, otra vez he estado desaparecida 10 días. Y además vengo sin receta. ¡Vergüenza debería darme! Pero es que mañana me largo a Amsterdam, a un congreso, y enlazo con otro congreso en Leiden, así que voy a estar más de 15 días en el país que fue mi casa durante 5 años largos. Y he estado preparando lo que tengo que presentar en el congreso, y además tengo un lío montado en el telescopio que me va a tener ocupada desde que regrese hasta bien entrado agosto. Vaya, que me vais a ver poco por aquí o por el vecindario. Qué le vamos a hacer, el curro es lo primero. De todos modos, dejo preparada la entrada de las Ventanas Verdes, a cuya cita no pienso faltar. Y os dejo también estas fotos de la huerta con los cultivos de verano. 

Durante el último mes el huerto ha estado de transición. Lo cultivos de invierno han ido dando paso a los de primavera-verano. Las habas dejaron sitio a los tomates. Los guisantes fueron sustituidos por berenjenas,  lechugas y calabacines. Los puerros y zanahorias dejaron su lugar a las habichuelas y los "negritos", un tipo de frijol negro que se cultiva en Asturias y que nos trajo nuestro cuñado.

Ahora ya tenemos todo sembrado, y este fin de semana hemos dejado todo en perfecto estado de revista, porque hasta dentro de tres semanas yo no podré pasar por allí y D. tendrá que ocuparse solo. Echamos BT a los tomates, para que no les ataque la "tuta absoluta". Les pusimos cal, para evitar la podredumbre apical. Sus cablecitos de cobre para evitar los hongos. Y además acolchamos, escardamos... En fin, que parece un jardín japonés, ¿verdad? Pero es que me encanta ver la huerta tan ordenadita y limpia, ¡es parte del placer de huertear! 
Así están nuestros tomates. Cuando vuelva espero poder hacer un gazpacho con el que recuperarme del frío que me han dicho que aún hace en Holanda!!! (uuuf, qué recuerdos del clima holandés.....)
Nuestras espléndidas 11 variedades de tomates

Y las berenjenas, los calabacines, las lechugas, los pimientos.....

Berenjenas y lechugas
Calabacines

Cuando vuelva va a estar todo enorme. En cuanto llegue hago fotos y las cuelgo para que podáis ver la diferencia!!!

viernes, 15 de junio de 2012

De la huerta a la mesa: sopa de cebolla Guayonge, arroz salvaje y miso

Aquí ya ha llegado el verano, pero hemos tenido unos días lluviosos antes, y aproveché para hacer esta sopa como homenaje a las cebollas de Guayonge que recolectamos hace un mes. Las tuvimos secándose en el cuarto de invitados, y el otro día ya las trenzamos y las colgamos en la cocina, en donde están decorando una pared con su bonito color rojo.
Estas cebollas son originarias del barranco de Guayonge, en la parte baja de Tacoronte, y son cebollas "dulces", un tipo de cebolla que tiene menos compuestos organosulfurados, que es lo que le da a las cebollas su sabor punzante. El cultivo de la cebolla comenzó en Tenerife en el siglo XVIII, y durante el siglo XIX la isla se convirtió en la proveedora de semillas de cebolla de los productores de cebolla dulce del sur de Estados Unidos. 
No sé si éstas se siguen sembrando en EE.UU, pero cuando vi esta receta de Smitten Kitchen y leí que decía que se necesitaban cebollas dulces para hacerla pensé que era perfecta para ser tuneada y hacerle a nuestras cebollas de Guayonge el homenaje que se merecían. 
No penséis que es una sopa pesada. Para nada. Y tampoco repite, porque la cocción larga y lenta hace que se rompan las cadenas de polímeros de fructosa, que es donde acumula sus reservas de energía la cebolla, produciendo un sabor dulce y suave. La cocción rápida y a alta temperatura, por contra, hace que se acentúen los sabores más fuertes al producirse más compuestos volátiles.En este caso, no es eso lo que queremos, así que lo de la cocción lenta es muy importante en esta receta.


Ingredientes, para 4 raciones

1/2 taza de arroz salvaje
4 cebollas Guayonge de tamaño medio (o algún otro tipo de cebolla dulce)
1 litro y 1/2 de caldo (yo usé de verduras, pero si lo que tenéis es un caldo de pollo, pues vale también)
Sal, pimienta, aceite de oliva virgen
12 rebanadas de pan (yo usé una baguette recién hecha 50% trigo 50% centeno)
2 cucharadas soperas de miso (facultativo, el miso es un condimento japonés, un fermentado de soja y arroz. Tiene las propiedades típicas de los fermentados, como ayudar a la digestión, regenerar la flora intestinal... ya sabéis que soy una fanática de los fermentados, pero si no tenéis miso por casa, no lo pongáis. La sopa va a estar buena de todos modos)
2 cucharadas soperas de cilantro fresco picado, o alguna otra hierba que nos guste


Cocinar el arroz salvaje. Yo herví la 1/2 taza en 1/2 litro de agua, hasta que absorbió todo el líquido. Tarda bastante más en hacerse que el arroz normal. Reservar.
En una olla de hierro fundido, o una olla de fondo grueso, en la que podáis cocinar a baja temperatura, ponemos algo de aceite de oliva, y cuando esté caliente echamos las cebollas cortadas muy finamente. A fuego muy, muy bajo, cocinamos las cebollas 15 minutos. Pasado ese tiempo, subimos el fuego un poco y cocinamos, removiendo, 15 minutos más. Finalmente, salpimentamos y añadimos el caldo. Hervimos el conjunto durante 20-25 minutos. 
Mientras tanto tostamos las rebanadas de pan en una sartén con un poco de aceite de oliva, y picamos el cilantro.
Para servir, repartimos el arroz salvaje en los cuatro boles. Repartimos el caldo de cebolla, y añadimos media cucharada sopera de miso en cada bol. Es importante añadir el miso en el bol, porque este no debe hervir. Si hierve nos cargamos a las bacterias beneficiosas que tiene. Removemos bien, ponemos unas rebanadas de pan encima y cilantro picado.

Y a comer. De verdad que está buena, buena. El sabor de estas cebollas es tan suave que se equilibra muy bien con el sabor a cereal del arroz salvaje. Es la primera vez que cocino sopa de cebolla, y me ha gustado tanto que ya estoy pensando hacer otra tanda. Además, para llevar en el tupper es perfecta. Llevais por un lado el caldo calentito en un termo, y por otro en un tupper el arroz con el cilantro y el miso. Y justo cuando lo vais a comer lo mezcláis todo. Sienta de maravilla.

Y para los que estéis interesados en aprender a trenzar cebollas (quizá os parezca un conocimiento prescindible, pero os aseguro que para los que tenemos 100 cebollas en casa trenzarlas es importante, ¡ocupan mucho menos espacio!) mañana hay un taller de trenzado de cebollas en el Mercadillo del Agricultor de Tegueste. Nosotros vamos a ir, porque trenzarlas, las trezamos, pero quedaron "medio así", ¡tenemos mucho que aprender!


domingo, 10 de junio de 2012

De la huerta a la mesa: celebrando lo diferente, papas negras y zanahorias "imperfectas" asadas con ajo y tomillo


Maldito el día en que le hice caso a este menda y me leí el libro "Despilfarro". Yo ya era consciente de que se tira mucha, mucha comida. Pero vamos, no me imaginaba ni de lejos que se tirara tanta. Y eso que no llevo leído ni la mitad del libro....
El autor,  Tristram Stuart, es un freegan convencido, un tipo que lleva años comiendo de lo que recupera en las basuras de supermercados y restaurantes londinenses, y que se hizo muy conocido a raíz de organizar el año pasado una comida para 5000 personas preparada sólo con alimentos "recuperados". En su libro explica como de todos los alimentos que se producen en el mundo sólo un pequeño porcentaje consigue finalmente llegar a nuestras mesas, en parte por las leyes absurdas que no permiten que se comercialicen papas de más o menos de un cierto calibre, por ejemplo, o zanahorias que se hayan bifurcado o estén retorcidas, y en parte también porque los supermercados tiran cantidades ingentes de comida que está en perfecto estado porque tienen que hacer hueco a los nuevos stocks que les van entrando cada día. Las leyes absurdas aliadas con la mala gestión, añadiendo la mentalidad de nuevos ricos que cunde en los hogares de los países desarrollados, hacen que se desperdicie un montón de comida. A diario. Mucha, pero mucha, mucha. Y eso es una vergüenza, teniendo en cuenta la de gente que no se alimenta adecuadamente. Y ahora mismo no hace falta irse a África para ver a gente que no come lo suficiente.
Lo de la mala gestión de los stocks de los supermercados ya es grave, pero mucho más sangrante me parece lo de las leyes de la Unión Europea. Según sus cálculos, un 30% de las zanahorias que se siembran no llegan a comercializarse, y acaban, en el mejor de los casos, convirtiéndose en compost o alimento de ganado. Y no porque esas zanahorias no sean aptas para consumo humano. No porque se haga un estudio organoléptico o de la cantidad de nutrientes que contienen y no cumplan. No. No se comercializan por motivos "estéticos". Pero, vamos a ver, ¿qué estupidez es esa?. Una zanahoria tiene que saber a zanahoria y alimentar como una zanahoria. Si es ecológica y no le han añadido pesticidas, tanto mejor. Que sean feas o bonitas, torcidas o rectas.... ¿qué más da?
Así que aquí va nuestro homenaje a las zanahorias "diferentes". De formas retorcidas pero sabor excepcional. Puede que la Unión Europea no os quiera, ¡¡pero nosotros sí!!


Y esto es lo que cocinamos con nuestras zanahorias diferentes, pero muy sabrosas, que para la U.E. serían feas pero que a nosotros nos parecen las mejores del mundo. Y con nuestras papa negras, que muchas de ellas seguro que son demasiado grandes para ser comercializadas, pero que a nosotros nos alimentaron de maravilla. Un plato sencillo, que realza el sabor de los buenos ingredientes.


Papas negras y zanahorias "imperfectas" asadas con ajo y tomillo

500 gr de zanahorias 
500 gr de papas negras (o de algún otro tipo de papa nueva, que no sean harinosas)
1 cebolla (nosotros usamos nuestras cebollas de guayonge)
un buen chorro de aceite de oliva virgen
un manojo de tomillo
la ralladura de la piel de un limón
1 cabeza de ajos pequeña
sal y pimienta

Calentamos el horno a 180ºC. Cortamos las zanahorias a lo largo, o las dejamos enteras si son pequeñas. Lavamos las papas bien, porque las vamos a asar con su piel. Cortamos la cebolla en gajos. Separamos  los dientes del ajo, pero no los pelamos. Ponemos todos lo ingredientes en una fuente de horno, mezclando bien, y asamos unos 50 minutos.  
Nosotros lo servimos acompañado de una ensalada de la huerta, con remolacha rallada y lechuga.


Y degustamos la diferencia entre una papa o una zanahoria "estéticamente perfecta" pero vacía de sabor o estas tan "diferentes" pero tan sabrosas.

Y para terminar os dejo un par de recomendaciones muy relacionadas con este tema. La primera, una peli de Agnès Varda, un clásico, "Los espigadores y la espigadora", poética visión de la directora sobre el tema del consumismo y el despilfarro. Y la segunda, este corto de los chicos de La Hora Chanante, "Dos tomates y dos destinos", que vi en el blog de mi querida Sònia.

Vive la différence!!




martes, 5 de junio de 2012

Cosas que me da miedo contar

¿Donde está la Estrella de la Muerte que me la cargo?

Bueno, pues como dije en la última entrada, voy a aprovechar estas noches que me toca currar para participar en la iniciativa #cosasquemedamiedocontar. Lo leí en el blog de Biscayenne, y me pareció interesante el debate que se abrió sobre si en la blogosfera culinaria la tendencia imperante es dar más valor a la forma que al contenido, si el hecho de que todo tenga que ser "ideal" está homogeneizando la blogosfera hasta el punto de que se está volviendo difícil reconocer si determinada foto es de tal o cual blog. Mucha gente que empieza prefiere imitar el estilo de los blogs que triunfan en lugar de buscar su propia voz, y como actualmente lo que se lleva son los cupcakes y el fondant estamos sufriendo una sobredosis de ambos que, francamente, puede llevar al hartazgo.

Reconozco que yo me he situado, por voluntad propia, en los márgenes de la sociedad blogueril. He hecho del gastroactivismo mi bandera, porque afortunadamente no necesito vivir de mi blog, así que tampoco necesito publicar cada dos días ni dedicarme a la repostería, ni hacer fotos con unos estilismos elaborados. En determinado momento decidí olvidarme de visitas e impactos, y me centré en usar mi blog para dar la brasa sobre lo que considero importante, que es básicamente conseguir convencer a la gente de que comer es un acto político: lo que elegimos comer influye en el medio ambiente, en la sociedad y en la economía. Y dado que tengo un curro que me ocupa todo el día (y, a veces, toda la noche) y que para sacar tiempo para publicar realmente tengo que hacer malabarismos (estoy escribiendo esta entrada a las tres de la madrugada) si no enfocara mi blog de este modo no me merecería la pena hacer el esfuerzo de publicar. Igualmente sacar tiempo para leer otros blogs me resulta bastante complicado, por eso me dedico a los que aportan algo más que colecciones de recetas y fotos bonitas. Me gustan los blogs en los que encuentro reflexiones personales, experiencias, los blogs con "alma" (como los panes) en los que los autores ponen algo de si mismos además de una lista de ingredientes. Y para fomentar esa actitud surgió esta iniciativa de #cosasquemedamiedocontar. Yo tengo que reconocer que hay muchas cosas que no cuento, más que nada porque aunque yo sea muy brasas no quiero olvidar que este es un blog de cocina y gastroactivismo. Pero ya que estamos haciendo este ejercicio de sinceridad, aquí van algunas de ellas:

  • Entre las cosas que me da miedo, o, más que miedo, un poco de vergüenza contar está la de mi profesión. Muchos sabéis que trabajo en un Observatorio, porque he colgado algunas fotos y porque muchas veces cuento que estoy escribiendo una entrada aprovechando una noche de trabajo (como hoy). Pero cuando alguien me pregunta que a qué me dedico exactamente reconozco que me da reparo contárselo, porque siempre me miran con una mezcla de sorpresa, miedo e incomprensión. Bueno, pues hoy voy a contaros a qué me dedico: a la óptica adaptativa. Para la luz de las estrellas atravesar la atmósfera es como atravesar agua, la turbulencia que nuestros ojos no ven a la luz sí le afecta. Si eso no se corrige, el efecto que tiene es que un telescopio de 10 metros de diámetro tenga la resolución de uno de 1 metro. Y uno no se deja la lana en construir un monstruo de 10 metros de diámetro para que funcione tan cutremente como uno de 1 metro. Bueno, pues a eso me dedico, a estudiar cómo corregir esa turbulencia para observar el cielo con buena resolución. Y el láser que veis en la foto, no es ni más ni menos que una estrella artificial que se usa como referencia para hacer esa corrección. Se mide con ella la turbulencia y se corrige con un espejo que se deforma justo con la forma contraria. Parece una frikada, pero es una tecnología con mogollón de aplicaciones fuera de la astronomía, algunas de ellas muy útiles.
  • Soy una maniática del orden, me desquicia que se queden migas en la encimera, soy incapaz de salir de casa sin haber hecho la cama, soy como el marido malo de Julia Roberts en la peli esa en la que hace como que se ahoga para librarse de él. Sí, yo también aplasto el tubo de la pasta de dientes de manera que quede toda la pasta al principio del tubo. Y coloco las toallas. Y cuando vivíamos en Madrid tenía los libros ordenados por autor, por orden alfabético. Y los CDs. Soy tremenda, sí.
  • Tengo carnet de conducir desde hace unos pocos años, pero la conducción es la piedra de mi zapato. Lo he intentado poco, es cierto, pero las veces que lo hice perdía un par de kilos en cada viaje. Y la verdad que no me sobran muchos. Lo peor es que en breve voy a tener que hacerlo por el curro.... aaaaarg. Como dice Sheldon Cooper, ""estoy demasiado evolucionada para conducir".
  • Echo mucho, mucho de menos, un poco más de responsabilidad social en la blogosfera. Que la gente se preocupe más de la procedencia de los productos que compra, de su impacto ecológico, por ejemplo. Que la gente se preocupe más de la actitud de las empresas a las que hace publicidad. Me parece alucinante que alguien promocione en su blog a Coca-Cola, o a Nestlé, o a Danone, con la de barrabasadas que han hecho todas ellas al medioambiente, a los agricultores de los países emergentes, a las pequeñas empresas locales.
  • Las recetas del blog son, en su mayoría, lo que D. y yo cenamos. No suelo cocinar específicamente para el blog. Por eso mis recetas son bastante sencillas, para el día a día.
  • No tengo ni sitio ni tiempo para comprar boles, platos, y servilletas a juego para hacer las fotos del blog. Las fotos, en su mayoría, las hace D., y habitualmente las hace en la mesa en la que vamos a cenar. No montamos bodegones especiales para las fotos, salvo contadas excepciones. Además, reconozco que ha llegado a aburrirme la fotografía prototípica de los gastroblogs, con sus tablones blancos y sus hierbecitas derramadas. Me gustan las fotos con personalidad, que las ves y dices "esta es de tal blogger". Y nuestras fotos siempre están hechas en interior y de noche. Pero un trípode y el balance de blancos hacen maravillas.
  • Tengo un carácter terrible. La psicología inversa nunca ha funcionado conmigo. La típica técnica de los padres y el "bueno pues haz lo que quieras" siempre daba como resultado que yo fuera e hiciera lo que quería. Y encima me echaban la bronca, ¿en qué quedamos?
  • Tengo 38 años y aunque creo que nací con el reloj biológico atrofiado el hecho de acercarme a ese punto de no retorno que son los 40 me hace plantearme lo de tener o no tener niños. Porque subir el Aconcagua lo puedo hacer con 50 años, pero tener un crío no. Aunque, de todos modos, creo que tengo la extraña suerte de vivir la vida que he elegido y no la que me ha caído encima y los niños son bastante incompatibles con pasar seis días aislada en un observatorio a 2400 metros de altura. Y no estoy dispuesta a renunciar a esto. Eso sí, me tocan increíblemente mucho las narices los que dicen que uno no aprende lo que es querer a alguien de manera incondicional hasta que tiene un hijo. Me tocan las narices y me dan pena, porque eso es que nunca han estado verdaderamente enamorados. Vamos, si yo fuera la persona con la que han tenido los hijos ¡¡me mosquearía mogollón!!
  • Mirar la procedencia de los productos que compro es una obsesión. Y desde hace varios años toda la fruta, verdura y pescado que comemos es de las islas Canarias. No por nacionalismo, sino por sostenibilidad.
  • Nunca había puesto fotos conde salieran caras hasta la entrada anterior. Y no hay una sola foto en la que salga mi cara en todo el blog. Soy bastante paranoica con eso de preservar la intimidad (aunque al leer esta entrada no lo parezca).
  • Odio las pelis que terminan mal. Cuando vi "Los amantes del círculo polar" me convencí a mi misma de que ella al final no se moría. Tengo vetadas en casa las pelis asiáticas retorcidas, al agrio de Lars von Trier o cualquier otra peli malrrollista. Porque, con todo lo malo que hay, ¿para qué vamos a amargarnos más? Así que me he vuelto una fan total de las pelis de Hayao Miyazaki y el Studio Ghibli. Aunque a mucha gente le parezca naïf e inmaduro. Qué les den. Yo paso de amargarme.
Y bueno, creo que ya me he enrrollado demasiado. ¡Como siga contando os voy a dar hasta mi número de cuenta y mi talla de sujetador! Tan sólo quería poner mi granito de arena para convertir la blogosfera en un sitio más humano y menos "marthastewartdiano". Y es que aunque no lo haya dicho no soporto los colores pastel y desconfío de todo lo que desprende tufillo a presunta perfección. La perfección no existe, y eso es lo que nos hace humanos.

sábado, 2 de junio de 2012

Taller de pan con trigo tradicional de las Jornadas del Cereal en Tenerife


Bueno, pues ya estoy aquí arriba de nuevo. Me toca currar en el Observatorio durante ¡una semana!. Lo bueno es que las noches aquí son largas, y por fin voy a tener tiempo para contaros cómo fue el Taller de pan que di durante las Jornadas del Cereal en Tenerife.
Hace ya un par de semanas el CCBAT organizó las Jornadas del Cereal, que se  desarrollaron en el Museo Etnográfico de Pinolere. Se habló sobre el estado de la producción local de cereales y presentaron algunas de las acciones que han desarrollado para promocionar el cultivo en la isla, como por ejemplo el nuevo sello de garantía para el "Gofio Tradicional", que sólo le darán al gofio hecho con trigo de aquí. Como sabían que nosotros habíamos hecho pan con el trigo barbilla que sembramos en nuestra Isla de Pan, me invitaron a dar el Taller de elaboración de pan con trigo local.
La verdad es que el taller me pilló en mal momento, justo cuando estuve mala y perdía la voz cada dos por tres. La noche antes tuve un momento en el que estuve a punto de llamarles y decirles que no podía darlo. Pero al final D. me dijo que si yo no podía hablar lo haría él por mi y ¡allá que nos fuimos!.


El taller fue por la tarde, y todo se desarrolló estupendamente, con muy buen rollo. Llevé una masa ya levada, para que aprendieran a darle forma al pan, y harina de trigo barbilla para que apredieran a amasar, que es lo más complicado con estos trigos. A ver, complicado no, pero hay que cogerle el tranquillo. El trigo barbilla tiene mucha proteína pero menos gluten que el trigo "convencional". Eso hace que las masas hechas con harina de trigo barbilla sean más pegajosas, y que no toleren bien los amasados ultrarápidos a los que someten a las masas en la industria de la panificación. Sin embargo, son masas a las que les van muy bien los levados lentos y la masa madre. Y dan panes que se digieren mucho mejor, y son más nutritivos.

La harina que usamos tenía una tasa de extracción del 80%, así que opté por hacer masas con bastante hidratación, y les enseñé la técnica del amasado "francés". Y, a juzgar por sus risas, creo que se lo pasaron en grande dándole una buena paliza a la masa.


Durante la mañana se llevó a cabo una mesa redonda con agricultores, molineros, técnicos, y nosotros como representantes de los consumidores. Uno de los participantes era un técnico de la empresa Harinalia que se había ocupado de estudiar las propiedades de panificación del trigo local. Su conclusión era que estos trigos no son los más adecuados para hacer pan. Evidentemente, ellos lo enfocan desde el punto de vista del pan industrial, y por eso D. y yo les dijimos que habíamos echado en falta dicha coletilla, ya que no estábamos de acuerdo en que no servía para hacer pan artesano, porque ya habíamos hecho varias hogazas con nuestro trigo y unas baguettes con el que compramos a Juan. Así que sabíamos que se podía hacer pan, y además un pan con un sabor espectacular. D., que fue el que tomó parte en la mesa redonda, lo que comentó fue que no le parecía justo que se pusiera al trigo barbilla "contra las cuerdas" usando como parámetros comparativos los estándares de la industria de la panificación, cuando ha sido precisamente esa industria la que ha se ha cargado la calidad del pan en este país. Bueno, la frase exacta de D., que caló en todos los presentes, fue que la industria lo que hacía actualmente era "pan sin alma". Y que a muchos consumidores no nos interesaba ese pan. Por supuesto en Harinalia sencillamente hicieron los análisis y no es responsabilidad suya que las harinas que demanda la industria de la panificación no sean las mejores para nuestra salud, pero fue un debate muy interesante, en el que todos aprendimos mucho escuchando el punto de vista de los demás. Y, al fin y al cabo, todos estamos en el mismo barco. Sólo será cuestión de ponernos de acuerdo remando todos en la misma dirección para que avance. Y las Jornadas organizadas por el CCBAT desde luego que han sido un primer paso.

Y, por si a alguien la quedan dudas de si se puede o no se puede hacer pan con el trigo barbilla, aquí os dejo el último pan que hicimos con nuestro trigo, molido en casa con un pequeño molino de piedra.

Yes we pan!!


Está hecho con 250 gr de masa madre hidratada al 100%, 300 ml de agua, 500 gr de harina y 8 gr de sal. O sea, tiene una tasa de hidratación de casi el 70% (acordaos que la tasa de hidratación es la cantidad de agua entre la cantidad de harina).
Primero mezclé la mitad de la harina con el agua y dejé que la autolisis hiciera su trabajo. Y luego añadí el resto de la harina, la masa madre y amasé. Y finalmente la sal.

Reposo, levado, boleado. El segundo levado en banetón y el horneado en piedra refractaria hicieron el resto. Si yo puedo, un panadero profesional segurísimo que también puede. Como dijeron en las Jornadas, es cuestión de tiempo y cariño.

Y ahora os dejo, que me voy a cenar y a currar al telescopio. Creo que en la próxima entrada os voy a contar a qué me dedico para unirme a la iniciativa de las #cosasquemedamiedocontar. Temblad, porque eso sí que da miedo!!!!