Bueno, ¡pues ya estoy de vuelta!
La verdad que no he tenido mucho tiempo para disfrutar de la gastronomía ni las boulangeries de París, el congreso empezaba a las 8:30 y terminaba a las 19:00, y no terminaba con muchas ganas de juerga. Aún así, algo pude aprovechar, pero eso os lo contaré cuando tenga tiempo de ponerlo por escrito.
Como sabéis en mayo pasamos unos días en Barcelona y, por una vez, fui organizada e hice una lista de los restaurantes que más me gustaron, por si a alguien le podía servir de guía para una futura visita. Tenía pendiente publicarla, pero junio ha sido un mes complicado y no conseguía sacar tiempo. Aprovechando ratos tontos en aeropuertos (que he tenido unos cuantos) por fin aquí está.
Barcelona me gustó mucho, aunque había tantos turistas que en un momento dado tuve una crisis y comprendí a Vicente Verdú cuando escribe que los cascos antiguos de las ciudades se han convertido en parques temáticos, en productos de consumo de masas creados por el capitalismo de ficción. Porque, me vais a perdonar que esto suene fatal, pero, ¿realmente pensáis que ese obeso turista americano, que lleva una camiseta de Cancún y una gorra de Kenia, realmente ha sentido alguna vez una desasosegante inquietud por la arquitectura modernista? ¿O, más bien, está haciendo cola para ver la Casa Batlló porque lo pone en la guía que es "lo que hay que ver" y punto? A veces me entran estos ataques de existencialismo, así que finalmente optamos por dar largos paseos por barrios menos céntricos, como por ejemplo el barrio de Gracia, que me gustó mucho con sus plazas y sus bares, y con su gente de verdad viviendo allí, paseando a los churumbeles y montando en bici, o por el Poble Sec y la zona del mercado de San Antonio. No fui capaz de hacer cola para ver la Sagrada Familia, tampoco la Casa Batlló por dentro, no.....pero, a cambio, disfruté de la gastronomía catalana que, tengo que decirlo, es de quitarse el sombrero. Estos fueron los sitios que probamos y que más nos gustaron:
Patxoca (Mercaders, 28)
un pequeño restaurante en el Born, en el que sirven comidas preparadas con productos ecológicos y de la región (en la medida de lo posible). Su lema es cocinar como en casa. Y la verdad que sí, es de esos sitios en los que la comida te sienta tan bien como si la hubieras preparado tú misma. Nosotros cenamos ligero, compartimos unos buñuelos de bacalao (perfectos, me recordaban a los de mi madre, que ya es decir) unas croquetas de espinacas y piñones (también muy buenas, bien fritas, nada grasientas) la lasagna de verduras (llevaba alcachofas, lo cual es señal de que, efectivamente, cocinan con productos de temporada) y el coulant de xocolata que, buena señal, tardaron un rato en servirlo. Cuando le preguntamos a la chica si se le había olvidado nos dijo que no, que es que ellos no lo recalientan sino que lo preparan en el momento. Chapeau. Salimos dos personas por 31€, incluyendo la bebida.
Pla dels angels (Ferlandina, 23)
este restaurante nos lo recomendó Lola, cocinera barcelonesa afincada en Tenerife. Y no nos defraudó. Está en El Raval, y en su terraza hay muchos turistas, pero a pesar de eso mantiene su calidad. No sé cómo definir la cocina, ¿mediterránea quizá? Compartimos una ensalada de temporada, y yo tomé unos gnocchi con calabaza y pipas, y Daniel el confit de canard con salsa de ratafia. Mis gnocchi estaban buenos, pero el confit de Daniel estaba mucho mejor, hacía tiempo que no probaba un confit tan tierno. De postre, como no, crema catalana. Pagamos 32€, dos personas, incluyendo un par de Moritz.
Carmelitas (Carrer del Carme, 42)
en El Raval también. Este restaurante es un poco más caro, pero comimos muy a gusto, todo estaba perfecto y el servicio era estupendo. Me gustó además que son capaces de hacer cocina regional (los productos que utilizan son de la región siempre que sea posible) pero le daban un toque contemporáneo. Nos tomamos de aperitivo unas bravas con un vermú, y luego compartimos una ensalada del huerto, y yo tomé una dorada al horno y Daniel un entrecot. Esta vez acerté yo, definitivamente preparan mejor los pescados, ya que la carne estaba bien preparada pero el corte no era bueno. De postre pastis de queso mató y crema catalana. El pastís estaba de morirse de bueno, ¡y eso que a mí no me gusta el queso! El precio, 50€ dos personas (inlcuyendo vino blanco de la casa) es más elevado que los otros restaurantes, pero yo creo que lo merece.
La flauta (Aribau, 23)
en el Eixample está este restaurante que recomendó Sol en su blog.
Como era mediodía tomamos el menú, a 12 euros más o menos. Daniel el huevo poche albertina de primero, y lenguado y calamarcitos de segundo. Y yo, trinxat de col amb virutes de pernil, y flauta de butifarra negra con berenjena. De postre, para qué cambiar, ¡crema catalana! Todo estaba muy bueno, y la relación calidad-precio es inmejorable, por eso se forma una laaaarga cola a la entrada. Si queréis ir a mediodía os recomiendo ir temprano.
Bouzu (Ronda de Sant Antoni, 26)
en el Poble Sec, cerca de la plaza de San Antonio, está este japonés de tapas regentado por japoneses. Como no he estado en Japón no sé deciros si es muy auténtico a no, pero nos gustó mucho. Tomamos un par de cervezas japonesas, fideos udon con sesamo y cebolleta, gyozas de verduras y cerdo (son una especie de empanadillas hechas al vapor, la verdad que estas parecían más ravioli grandes), okonomiyaki, helado de vainilla con mochi y helado de te verde. Todo por 29 €. Lo que me gustó fue poder comer okonomiyaki, en España no había encontrado aún ningún restaurante donde los prepararan.
En general me horroriza la idea de pasar más de una semana comiendo y cenando fuera, sin poder cocinar, me he vuelto muy puñetera y me quema ir a un restaurante y que me sirvan una comida nefasta, por caro o barato que sea el sitio. Pero en Barcelona me llevé la impresión de que el nivel está muy alto, y todo nos sentó de maravilla en todas partes. En resumen, una visita muy recomendable.
Como sabéis en mayo pasamos unos días en Barcelona y, por una vez, fui organizada e hice una lista de los restaurantes que más me gustaron, por si a alguien le podía servir de guía para una futura visita. Tenía pendiente publicarla, pero junio ha sido un mes complicado y no conseguía sacar tiempo. Aprovechando ratos tontos en aeropuertos (que he tenido unos cuantos) por fin aquí está.
Barcelona me gustó mucho, aunque había tantos turistas que en un momento dado tuve una crisis y comprendí a Vicente Verdú cuando escribe que los cascos antiguos de las ciudades se han convertido en parques temáticos, en productos de consumo de masas creados por el capitalismo de ficción. Porque, me vais a perdonar que esto suene fatal, pero, ¿realmente pensáis que ese obeso turista americano, que lleva una camiseta de Cancún y una gorra de Kenia, realmente ha sentido alguna vez una desasosegante inquietud por la arquitectura modernista? ¿O, más bien, está haciendo cola para ver la Casa Batlló porque lo pone en la guía que es "lo que hay que ver" y punto? A veces me entran estos ataques de existencialismo, así que finalmente optamos por dar largos paseos por barrios menos céntricos, como por ejemplo el barrio de Gracia, que me gustó mucho con sus plazas y sus bares, y con su gente de verdad viviendo allí, paseando a los churumbeles y montando en bici, o por el Poble Sec y la zona del mercado de San Antonio. No fui capaz de hacer cola para ver la Sagrada Familia, tampoco la Casa Batlló por dentro, no.....pero, a cambio, disfruté de la gastronomía catalana que, tengo que decirlo, es de quitarse el sombrero. Estos fueron los sitios que probamos y que más nos gustaron:
Patxoca (Mercaders, 28)
un pequeño restaurante en el Born, en el que sirven comidas preparadas con productos ecológicos y de la región (en la medida de lo posible). Su lema es cocinar como en casa. Y la verdad que sí, es de esos sitios en los que la comida te sienta tan bien como si la hubieras preparado tú misma. Nosotros cenamos ligero, compartimos unos buñuelos de bacalao (perfectos, me recordaban a los de mi madre, que ya es decir) unas croquetas de espinacas y piñones (también muy buenas, bien fritas, nada grasientas) la lasagna de verduras (llevaba alcachofas, lo cual es señal de que, efectivamente, cocinan con productos de temporada) y el coulant de xocolata que, buena señal, tardaron un rato en servirlo. Cuando le preguntamos a la chica si se le había olvidado nos dijo que no, que es que ellos no lo recalientan sino que lo preparan en el momento. Chapeau. Salimos dos personas por 31€, incluyendo la bebida.
Pla dels angels (Ferlandina, 23)
este restaurante nos lo recomendó Lola, cocinera barcelonesa afincada en Tenerife. Y no nos defraudó. Está en El Raval, y en su terraza hay muchos turistas, pero a pesar de eso mantiene su calidad. No sé cómo definir la cocina, ¿mediterránea quizá? Compartimos una ensalada de temporada, y yo tomé unos gnocchi con calabaza y pipas, y Daniel el confit de canard con salsa de ratafia. Mis gnocchi estaban buenos, pero el confit de Daniel estaba mucho mejor, hacía tiempo que no probaba un confit tan tierno. De postre, como no, crema catalana. Pagamos 32€, dos personas, incluyendo un par de Moritz.
Carmelitas (Carrer del Carme, 42)
en El Raval también. Este restaurante es un poco más caro, pero comimos muy a gusto, todo estaba perfecto y el servicio era estupendo. Me gustó además que son capaces de hacer cocina regional (los productos que utilizan son de la región siempre que sea posible) pero le daban un toque contemporáneo. Nos tomamos de aperitivo unas bravas con un vermú, y luego compartimos una ensalada del huerto, y yo tomé una dorada al horno y Daniel un entrecot. Esta vez acerté yo, definitivamente preparan mejor los pescados, ya que la carne estaba bien preparada pero el corte no era bueno. De postre pastis de queso mató y crema catalana. El pastís estaba de morirse de bueno, ¡y eso que a mí no me gusta el queso! El precio, 50€ dos personas (inlcuyendo vino blanco de la casa) es más elevado que los otros restaurantes, pero yo creo que lo merece.
La flauta (Aribau, 23)
en el Eixample está este restaurante que recomendó Sol en su blog.
Como era mediodía tomamos el menú, a 12 euros más o menos. Daniel el huevo poche albertina de primero, y lenguado y calamarcitos de segundo. Y yo, trinxat de col amb virutes de pernil, y flauta de butifarra negra con berenjena. De postre, para qué cambiar, ¡crema catalana! Todo estaba muy bueno, y la relación calidad-precio es inmejorable, por eso se forma una laaaarga cola a la entrada. Si queréis ir a mediodía os recomiendo ir temprano.
Bouzu (Ronda de Sant Antoni, 26)
en el Poble Sec, cerca de la plaza de San Antonio, está este japonés de tapas regentado por japoneses. Como no he estado en Japón no sé deciros si es muy auténtico a no, pero nos gustó mucho. Tomamos un par de cervezas japonesas, fideos udon con sesamo y cebolleta, gyozas de verduras y cerdo (son una especie de empanadillas hechas al vapor, la verdad que estas parecían más ravioli grandes), okonomiyaki, helado de vainilla con mochi y helado de te verde. Todo por 29 €. Lo que me gustó fue poder comer okonomiyaki, en España no había encontrado aún ningún restaurante donde los prepararan.
En general me horroriza la idea de pasar más de una semana comiendo y cenando fuera, sin poder cocinar, me he vuelto muy puñetera y me quema ir a un restaurante y que me sirvan una comida nefasta, por caro o barato que sea el sitio. Pero en Barcelona me llevé la impresión de que el nivel está muy alto, y todo nos sentó de maravilla en todas partes. En resumen, una visita muy recomendable.